En los últimos meses hemos visto a grupos antiderechos y políticos de ultraderecha de distintos países articulandose por diferentes causas. ¿Cómo y de dónde han surgido estas acciones?
Hace ya bastante tiempo que vemos la articulación de una serie de discursos y de campañas contra determinados derechos, en particular con el de las mujeres, la diversidad sexual, y contra avances que en América Latina se consideran fundamentales para combatir la violencia sexual, como es la educación sexual integral, como la posibilidad de ampliar el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva para las niñas, niños y adolescentes. Todas estas campañas vienen hace tiempo, no empezaron recientemente. Lo que vemos es que cómo ciertos discursos y la construcción de algunas ideas demonizadas han ido calando en discursos políticos, en algunos casos en coincidencia con un determinado corte político ideológico, que es el conservadurismo, la extrema derecha o la nueva derecha. En otros casos, más ubicadas a la izquierda.
En otros lugares donde hemos visto la instrumentalización de las cuestiones de género en favor de una agenda política determinada, uno de los casos fue en Colombia, cuando el proceso de paz con las guerrillas de las FARC se sometió a referéndum, y en esa campaña la perspectiva de género, que estaba incluída como un componente más dentro de los acuerdos de paz, fue objeto de una campaña muy dura de demonización que logró atraer hacia el “no” a sectores religiosos que de pronto no hubieran estado activos en esa temática, pero que sí se movilizaron cuando vieron que había una agenda de los famosos valores tradicionales.
Del otro lado del Atlántico, hemos visto cómo el partido político de extrema derecha de España, el Vox, viene a encarnar toda la simbología y discurso integrado a una cantidad de grupos que trabajan en contra de los derechos de las mujeres, de las niñas. En los últimos meses hemos visto que han llegado a este lado del Atlántico con reuniones, encuentros, con intentos de reproducir propuestas políticas en nuestros países.
Veamos la Carta de Madrid, por ejemplo, una especie de alianza internacional impulsada por el Vox de España y que agrupa a políticos conservadores y antiderechos de diferentes regiones. ¿Cómo es el actuar de estas alianzas?
El fin de estas alianzas parece ser estructurar agendas políticas transnacionales que pretenden reconfigurar un escenario de partidos que en América Latina es muy cambiante. En ese escenario posiblemente sea bastante más proclive a estos intentos de articular campañas y agendas políticas transnacionales, como es la Carta de Madrid. Nosotros ya hemos visto en los últimos años intentos de articular agendas legislativas regionales y que se aterrizan en los parlamentos promoviendo determinados proyectos de ley o posturas contrarias a ciertos avances legislativos. Creo que este intento, liderado por la extrema derecha española, puede tener algún desarrollo en ese sentido.
Quizás uno de los elementos más salientes de los que Vox tiene en España se relaciona con sus intentos de erigir los derechos parentales por encima de los derechos consagrados en la Convención del Niño, la Niña y el Adolescente, de las Naciones Unidas, que han adherido prácticamente todos los países del mundo. Y esto se refleja en los intentos de legislar el control paterno sobre los contenidos del currículum educativo. Y sabemos que en América Latina hay una cantidad de países donde se han presentado iniciativas de este tipo. Más o menos audaces pero en la misma línea. Es ahí donde este tipo de propuestas y articulaciones puede constituir una amenaza a la democracia, porque en el fondo lo que ellos quieren es restringir derechos.
Por último, otro elemento que vemos, y que se va repitiendo, es la victimización y el discurso del fraude electoral. La construcción de una realidad paralela sin pruebas, sin datos, sin hechos fundados, en donde el que pierde reclama ser víctima de un fraude y culpando a instituciones electorales y de justicia muy importantes para la democracia. Esto lo vimos cuando Trump se negó a reconocer los resultados de las elecciones donde fue derrotado y disparó todo un dispositivo de acciones legales, mediáticas, para poner en tela de juicio el resultado electoral. Vemos que ahora pasa lo mismo en Perú, donde Keiko Fujimori se niega a reconocer los resultados de las urnas y más bien ha desplegado una campaña nacional e internacional para poner en duda el proceso electoral. Y estamos escuchando al presidente de Brasil hablar de fraude para las elecciones del año que viene, ya está advirtiendo que si él pierde va a ser porque hay fraude. Esto resulta poco creíble, el presidente en funciones cómo no puede prevenir un fraude. Aún así, estas campañas tan descabelladas son amplificadas por estos grupos que venimos hablando. Eso también es muy peligroso para nuestras democracias, porque son frágiles.
¿Este patrón de la victimización y discursos de fraude electoral nos permite sacar conclusiones sobre estos grupos?
Es peligroso, pero además muestra las intenciones antidemocráticas de estos grupos. Están dispuestos a jugar según las determinadas reglas del juego, pero si las reglas no les son favorables, están dispuestos a forzarlas hasta tratar de quebrarlas. El quiebre definitivo constituiría un golpe de Estado. Cuando se le dice a la ciudadanía y al mundo que no se puede permitir que determinado candidato gane porque va a romper las reglas del juego, eso es un golpe preventivo. Ojo con ese tipo de discursos porque quieren decir que como este candidato es sospechoso de que hará tal cosa, entonces no le demos el triunfo aunque lo tenga. Estamos viendo cómo se expresan intenciones antidemocráticas.
El otro aspecto tiene que ver con que en el último año y medio de pandemia, en ningún momento estos grupos han salido a defender y ayudar a las personas vulnerables más perjudicadas. Vemos un discurso muy intenso dedicado a denunciar la presunta ola de autoritarismo por los confinamientos, las cuarentenas, los toques de queda. Hemos visto dispositivos enormes de propaganda dispuestos a denunciar la falsedad del virus, poner en tela de juicio todo lo que estaba pasando en el mundo, pero no hemos visto que estos sectores salgan a defender a las familias, ni a las mujeres, ni a los niños que dicen amar tanto. En América Latina, a raíz de la pandemia, se han disparado las cifras de mortalidad materna, vinculados al coronavirus, pero también a la deficiente atención en el sistema de salud. Aumentaron también los indicadores de violencia sexual, de ataques a niñas y niños. ¿Escuchamos a alguno de estos sectores salir a defender a estas personas afectadas por la pandemia? Lo único que les interesa es justamente lo contrario, es decir, atacar los derechos de las sociedades, siempre que eso implique imponer los valores ultraconservadores que provienen de un pasado o textos bíblicos que son inaplicables en las sociedades modernas.