En Guatemala la situación es similar, aunque sí está permitido el aborto terapéutico y el aborto espontáneo no es penalizado, pero, según la Unión Nacional de Mujeres de Guatemala, solo a las mujeres pobres las investigan para comprobar si realmente fue un aborto natural.
En este país, las cifras de embarazo adolescente son altas. En 2019, al menos 5133 niñas entre 10 y 14 años resultaron embarazadas, es decir, 14 al día, según el Observatorio de los Derechos de la Niñez.
Ese mismo año, la Coordinadora Institucional de Promoción de Derechos de la Niñez (Ciprodeni) registró 111 216 embarazos de jóvenes entre 15 y 19 años, a pesar de que la Ley contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas sanciona como violación el sostener relaciones sexuales con cualquier persona menor de 18 años.
“Aquí hay un actor muy importante que son las iglesias y las iglesias no son partidarias de los abortos” dice Carlos Gómez, subsecretario de Protección y Acogimiento a la Niñez y Adolescencia de la Secretaría de Bienestar Social de Guatemala.
Uno de los políticos opositores a la legalización del aborto es el exdiputado guatemalteco Fernando Linares Beltranena quien en 2018 presentó un proyecto de ley que endurecería las penas por aborto y prohibiría la educación sexual en las escuelas. El PL también negaba el derecho al matrimonio igualitario. Actualmente, difunde conspiraciones para criminalizar el aborto.
Además de El Salvador y Honduras, otros países como Nicaragua, República Dominicana y Haití prohíben sin excepción la interrupción voluntaria del embarazo en la región, una situación que lejos de “proteger la vida”, como argumentan las organizaciones y personajes antiderechos, se expone a morir en la clandestinidad a miles de niñas, mujeres y personas con capacidad de gestar.