Castro entrevistó a 15 supervivientes durante sus tres años de investigación para el libro. Estas personas describieron algunos de los “tratamientos» que habían experimentado.
Por ejemplo, se les indicaba que debían usar una banda elástica en la muñeca y tirar de ella cada vez que se sintieran atraídos por alguien de su mismo sexo. En algunas sesiones, se les decía que se desnudaran y abrazaran a otros participantes del mismo sexo también desnudos, para «desexualizar» sus cuerpos.
Castro reveló asimismo casos en los que, si la terapia «no funciona», psiquiatras prescriben a sus pacientes medicamentos para el trastorno bipolar o la esquizofrenia, porque se sabe que estos fármacos suprimen la libido.
“La terapia de conversión es una especie de genocidio”, Saúl Castro
A través de sus entrevistas con supervivientes, Castro pudo exponer la identidad de varios obispos españoles que han promovido estas prácticas.
El año pasado, el Vaticano llevó a cabo una investigación sobre Verdad y Libertad, una organización con sede en Granada, que a menudo recluta a obispos y sacerdotes católicos para promocionar y derivar personas a terapias de conversión. El Vaticano instó a los obispos a no participar en ninguna actividad de este grupo, que ha intentado en varias ocasiones ser reconocido oficialmente como ministerio de fe por la Iglesia Católica.
Sin embargo, la propia Iglesia nunca ha hecho públicos los nombres de los líderes religiosos implicados en Verdad y Libertad.
Castro dijo que algunos obispos y sacerdotes seleccionan a sus víctimas en parroquias, diócesis y escuelas de teología y «vigilaban sus caminos hacia la ‘conversión'». Uno de estos casos fue el de un sacerdote español homosexual al que su parroquia le ordenó iniciar una terapia de conversión.
«Lo peor de la ‘terapia’ para él fue que lo obligaran a grabar diariamente sus fantasías masturbatorias y homoeróticas», dijo Castro. Tres veces al día, durante un año, el sacerdote participó en chats grupales de Telegram dedicados a la terapia de conversión, con más de 100 participantes. Tuvo que pasar por un funeral y un entierro «falsos» para simbolizar que se había «convertido en una nueva persona».
«Le obligaron a romper sus relaciones con amigos [y familiares] porque ‘disparaban’ su homosexualidad», dijo Castro. Finalmente, este sacerdote dejó el grupo de Telegram, pero «le costó mucho [hacerlo]».
Castro está utilizando las pruebas que encontró para denunciar tanto a individuos como a grupos ante las autoridades regionales de España, y también ante las oficinas de derechos humanos de las Naciones Unidas especializadas en orientación sexual e identidad de género.