El cierre de las organizaciones feministas, por si fuera poco, implica el desmantelamiento de sus oficinas, el requisamiento de sus bienes y la criminalización contra sus miembros. Por otro lado, al cortar los servicios que brindaban estas organizaciones, las poblaciones vulnerables que acudían a estos lugares quedan desprotegidas y expuestas a recaer en los círculos de violencia en el que se encontraban.
Una de esas organizaciones canceladas fue La Corriente, fundada en 1994 y que desde entonces se dedicó a impartir educación inclusiva para mujeres y jóvenes LGBTIQ y gestionar proyectos en ese sentido. Tras más de 20 años de trayectoria, La Corriente se convirtió en una de las principales voces del país en denunciar la violencia contra las mujeres y personas LGBTIQ.
La situación se agrava tomando en cuenta de que la población LGBTIQ no tiene protección legal en Nicaragua, por lo que se encuentra expuesta a los crímenes de odio. A la fecha, además, solo existen 3 casas de acogida para mujeres y niños víctimas de violencia que funcionan en la clandestinidad para evitar la persecución gubernamental, cuando hace 4 años existían por lo menos 13 casas de acogida.