En las elecciones de 2014, por ejemplo, Malafaia presionó a la candidata presidencial Marina Silva, que también es evangélica, aunque un poco más progresista, para que cambiara su plan de gobierno que incluía derechos para la población LGBT. En ese momento, después de las críticas del pastor en Twitter, Marina retiró de su programa propuestas como la de hacer de la homofobia un crimen y eliminó la iniciativa de desarrollar material educativo para combatir los prejuicios y el acoso por orientación sexual en las escuelas.
Desde el comienzo de la pandemia, Malafaia es el líder religioso que se ha manifestado en contra del aislamiento social. Minimiza los efectos del Covid-19, que al momento de cerrar este informe había matado a más de 24.000 personas en Brasil. El pastor se resistió a suspender los cultos presenciales hasta que los tribunales ordenaron el cierre de los templos, pero continúa criticando ferozmente la cuarentena decretada por los gobiernos locales.
Otros líderes evangélicos aliados al gobierno de Jair Bolsonaro y también con una fuerte acción política, repiten la retórica negacionista del presidente. Bolsonaro ha llamado a Covid-19 «la gripe». Uno de los hombres más poderosos del país, el obispo Edir Macedo, que comanda la Iglesia Universal del Reino de Dios, es abiertamente su aliado.
La Iglesia Universal también es dueña de un imperio de comunicación, Macedo, que comanda más de 10.000 templos en todo el mundo y también es dueño de un imperio de comunicación llamado Grupo Record, grabó un video diciendo que los fieles no deben preocuparse por el nuevo coronavirus, pues este sería una «táctica de Satanás».