Tanto en Colombia como en Estados Unidos y en otros países del continente americano, cíclicamente regresa al debate público el tema de la pedofilia como gatillo para activar ciertas discusiones. En esta ocasión se ha usado para vincular a los pedófilos con la comunidad LGBT.
En 2017, en 2018 y en 2020, la plataforma de fact checking (o verificación de noticias falsas) Snopes, identificó varias de estas campañas que parecen haber inspirado a las que posteriormente circularon en nuestro país y en otras naciones vecinas.
Una de estas campañas pretendía hacer creer que cuando la sigla LGBT+ se ha presentado con el símbolo más al final lo que está comunicando es que se prepara para agregar la “P” de pedofilia. Otra de estas iniciativas difundió recientemente de que el movimiento MAP -sí, ese que no existe- pretende instaurar el concepto de “edades fluidas” en una clara alusión a las orientaciones sexuales fluidas, sólo que en este caso, los pedófilos estarían intentando convencer al mundo de que la edad es un concepto arbitrario y que si un adulto de 40 años se siente como un niño de 12, pues es libre de serlo.
Está claro que hay un interés consistente en atacar a la comunidad LGBT. Lo que no está claro, en el más reciente ataque, es quién exactamente abdujo la sigla MAP de su contexto terapéutico y la introdujo en una campaña de mensajes para vincular la pedofilia al universo LGBT. Caso muy común en redes sociales, pero no por ello, menos peligroso.
La investigadora de datos y redes Cristina Vélez, de Linterna Verde, ha investigado fenómenos como estos enfrentando siempre las mismas dificultades: debido a la protección de la privacidad de los usuarios, no es posible determinar a ciencia cierta si las cuentas que originan los mensajes pertenecen a quien dicen pertenecer y si están en el lugar geográfico que afirman estar. Mucho menos se puede estar seguro de la veracidad de su contenido.
“Las redes sociales son intermediarios de Internet, similar a lo que ocurre con plataformas como Uber. Las redes se plantean a sí mismas no como un espacio real sino como una tubería por donde pasa la información y se presentan como facilitadores del flujo de información. Su labor no es proteger derechos de nadie, no son una entidad pública, y argumentan que saber dónde está la gente, no es función de las plataformas”, expresa Vélez.
Según la investigadora digital, a menos que se trate de una investigación judicial bastante sofisticada y costosa, es virtualmente imposible establecer quién es la persona real detrás de una determinada cuenta en una red social, saber su ubicación geográfica e incluso, saber si el perfil es real y si quien publica realmente piensa como dice que piensa. “Hay muchas maneras de engañar el algoritmo, cambias el handler -nombre del usuario de Twitter- cambias el IP, cambias la foto, entonces es muy difícil establecer de dónde vienen estos ataques. Lo que sí podemos estudiar y es lo que hacemos, es ver cuáles son las cuentas que amplifican determinado mensaje”, explica.
La paradoja, según la experta, es que en “temas trampa”, si la parte atacada -en este caso la comunidad LGBT- reacciona y niega la acusación, necesariamente está amplificando una narrativa así sea para contradecirla y como en las redes, lo que importa muchas veces no es lo que se dice sino que se haga ruido, la comunidad LGBT estaría dándole más voz a las acusaciones en su contra. Pero por otro lado, si no se pronuncia contra un mensaje falso que la involucra, estaría cayendo en un silencio que también puede ser utilizado en su contra.
Ello explica que muchos de los amplificadores de estos memes y mensajes calumniosos vinculando a la comunidad LGBT y a la pedofilia han sido personas que pertenecen a este colectivo, pues muchos se apresuran a condenar la vinculación con la pedofilia.
Es verdad que en los años 90 hubo un acercamiento entre NAMLA, North American Man Boy Love Associaton -una organización que defendía la pedofilia de manera activa- y un organismo denominado ILGA, International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association pero este acercamiento se rompió definitivamente poco después. Sin embargo, ese precedente ha sido reciclado en repetidas ocasiones para argumentar falsamente que la comunidad LGBT avala la pedofilia.
Otro ejemplo de la instrumentalización del tema de la pedofilia en contra de la población LGBT se presentó cuando se discutió el tema de la adopción por parte de parejas del mismo sexo. El abogado experto en derechos de la infancia y adolescencia, especialista en derecho de familia y profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Alejandro Ruiz Caicedo, ha estudiado de cerca el asunto.
“Hay ignorancia frene al tema y una recurrente asimilación de la pedofilia a la comunidad LGBT; en el fondo es un argumento que se usa para discriminar debido a la orientación sexual. Lo cierto es que un sinnúmero de estudios han demostrado que los niños criados por familias homosexuales no presentan el más mínimo asomo de alteración en su salud mental. De acuerdo con la academia American de Pediatría, la literatura disponible en más de 30 años de investigación indica que no existen efectos en la salud y el bienestar de los menores derivados de la orientación sexual de sus padres y que el bienestar de los niños y niñas adoptados se ve más afectados por aspectos como la ausencia de soporte social y económico en la familia”.