Marcha por la vida: Las costosas manifestaciones antiderechos que desinforman sobre el aborto a través de discursos de odio
En distintos países de Latinoamérica y Europa se lleva a cabo la denominada "Marcha por la vida", que aboga por los fetos, pero niega la violencia de los embarazos infantiles forzados. Este despliegue de recursos, que une a grupos religiosos con políticos conservadores, busca movilizar a la población contra el aborto a través de la desinformación.
Equipo de redacción de La Mala Fe.
Pancartas y banderolas impresas, polos, publicidad en redes sociales y medios de comunicación. Una «Marcha por la vida» puede tener distintas características según el país donde se realice, pero todas tienen en común un impresionante despliegue de recursos, alianzas entre instituciones religiosas y partidos políticos y, por supuesto, la desinformación.
Esta semana se llevaron a cabo estas marchas en Ecuador, Perú, Uruguay y Argentina —y otros países planean realizarlas los próximos días— en el marco del Día del Niño por Nacer, una iniciativa que fue impulsada en Latinoamérica por ONGs antiaborto en El Salvador hace 30 años. La fecha de esta efemérides, el 25 de marzo, conmemora la concepción de Jesucristo, quien según el relato cristiano, nació un 25 de diciembre.
Aunque vida es un concepto amplio, los organizadores y participantes de la Marcha por la vida solo apuntan a la protección de la vida dentro del vientre materno. Es decir, de los fetos. Las niñas embarazadas al ser víctimas de violación no están en su agenda. En Perú, durante la marcha realizada el sábado pasado, una manifestante declaró al medio Wayka que «no existen niñas violadas». Sin embargo, solo en 2022, el gobierno peruano registra 1624 partos de niñas entre 10 y 14 años, cifras que exponen embarazos infantiles producto de una violación.
La Mala Fe hace un repaso sobre el origen de estas manifestaciones que apuntan a impedir o frenar la legalización del aborto, sus principales promotores y los mensajes que buscan posicionar.
Religión y política en una cruzada antiderechos
Es innegable que la Marcha por la vida tiene un fuerte componente religioso (discursivo y financiero). Asimismo, es importante reconocer el componente político, que por décadas impulsa la aprobación de leyes para conmemorar el Día del Niño por Nacer o para atribuirle derechos al concebido en distintos países de Latinoamérica. Así, no es extraño que la organización y difusión de estas manifestaciones se lleve a cabo gracias a una alianza entre estos sectores.
En Perú, la Marcha por la vida es impulsada por la Iglesia Católica, que pone todos sus recursos al servicio de esta manifestación. Entre ellos, a profesores y escolares. Según se reportó en 2018, el Arzobispado de Lima había emitido un oficio a directores de instituciones educativas ordenando que los docentes de Religión debían asistir a la Marcha por la vida con una delegación mínima de 15 estudiantes. La carta también indicaba que se pidiera dinero en las calles. A la par, aparecieron carteles de publicidad de la marcha en la fachada de distintos colegios públicos.
En la actualidad, las iglesias evangélicas también tienen una importante participación en la Marcha por la vida de este país. Especialmente, a través de sus operadores políticos en el Congreso de la República.
El último 25 de marzo, el Palacio Legislativo se iluminó con luces color celeste, que simboliza la movilización antiderechos. Los congresistas Alejandro Muñante, director de la Red Nacional de Abogados por la Defensa de la Familia (Renafam) y Milagros Aguayo, pastora de La Casa del Padre, fueron los promotores de esa iniciativa. En el evento participó también un representante del Movimiento Misionero Mundial, una de las iglesias que financia las actividades de Con mis hijos no te metas en Perú.
En Argentina, el organizador de la Marcha por la vida también tiene un perfil vinculado a la religión. Alejandro Geyer se hizo conocido e 2019 cuando deslizó que una niña de 10 años podía tener sexo consentido y ser mamá. En su juventud fue seminarista y se ordenó como sacerdote, pero lo abandonó. Años después, se convirtió en la persona que coordinó la alianza entre la Iglesia Católica y sectores de iglesias evangélicas y que articuló parte del lobby legislativo antiderechos en Argentina, según reporta Página 12.
De acuerdo a este medio, Geyer mantiene una amistad con el pastor evangélico Alejandro Rodríguez, quien preside Juventud con Una Misión. Esta organización es conocida por haber logrado gestionar que el Estado argentino apoye y financie a una red de organizaciones antiderechos que supuestamente brindan apoyo a «embarazos vulnerables».
Desinformación para manipular el debate
Desde su nombre, la Marcha por la vida apunta a crear una división. Quienes la apoyan, están a favor de la vida. Quienes no, están a favor de la muerte. «Salvemos las dos vidas», proclaman los participantes de estas movilizaciones, ignorando la realidad de los embarazos que ponen en riesgo la vida y la salud de las mujeres. Incluso cuando se trata de niñas víctimas de violación.
Con un pensamiento similar al que expresó el organizador de la Marcha por la vida de Argentina, el excardenal peruano Juan Luis Cipriani dijo hace casi una década que «las estadísticas nos dicen que hay abortos de niñas, pero no es porque hayan abusado de las niñas, sino porque, muchas veces, la mujer se pone como en un escaparate, provocando». En ese momento, Cipriani era la cabeza del Arzobispado de Lima, la principal organizadora de la Marcha por la vida en ese país.
No es extraño observar que, como parte de estas marchas, también se difunda el mensaje «Con mis hijos no te metas». Irónicamente, este lema apunta a «proteger» a niños y niñas de la educación sexual, pero no considera el riesgo que enfrentan las niñas de enfrentar embarazos forzados producto de una violación. Los operadores políticos que impulsan y apoyan la Marcha por la vida son los mismos que promueven leyes para limitar el acceso de niñas, adolescentes y mujeres al aborto terapéutico. Una muestra clara de que su defensa de la vida se termina con el nacimiento.
Los colectivos antiaborto utilizan a niñas en sus manifestaciones, pero ponen la vida del no nacido por encima de las vidas de las niñas que enfrentan embarazos forzados.
Foto: Facebook Marcha por la Vida
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