JF: Es que los evangélicos todavía no tienen acceso directo al poder como sí lo tiene la jerarquía de la iglesia católica. El mundo católico ya ha aprendido a tener “modales políticos”, mientras que los líderes evangélicos están en una fase de aprendizaje. Son muy torpes y meten la pata pero lo hacen justamente porque no tienen nada que perder y mucho que ganar.
Por otro lado, las iglesias evangélicas han salvado al catolicismo conservador porque tienen una capacidad movilizadora que excede largamente a la católica debido a su altísima militancia. Fortunato Mallimaci lo ha dicho perfectamente: «Mientras que la iglesia católica hacía lobby desde el poder, las iglesias evangélicas lo hacían desde las calles».
GV: Por muchos años, la iglesia católica ha preparado a políticos, figuras del Opus Dei o del Sodalicio de Vida Cristiana, que han sido nefastos. Su poder se manifiesta al interior de algunos ministerios (como el Ministerio de Justicia o el de Educación) donde tienen presencia en direcciones y están metidos hasta en la revisión de los textos educativos. Los evangélicos están aprendiendo pero el movimiento de las calles representa una presión política importante.