“Hay una larguísima historia de gente ayudándose mutuamente para obtener abortos”, observa Clarke, originaria de EEUU. Ella vive en el Reino Unido, y en 2009 fundó la Abortion Support Network para financiar viajes de mujeres de Irlanda, Irlanda del Norte y la Isla de Man a otras zonas de las islas británicas donde pudieran practicarse abortos seguros. El año pasado sumaron a Gibraltar y Malta a la lista.
El Reino Unido tiene normas más liberales que esas jurisdicciones, y la estrategia del grupo de Clarke era aprovechar esa ventaja para superar lo que consideran restricciones anacrónicas a la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos.
El referendo de 2018 sobre el aborto en Irlanda, que condujo a su legalización en 2019, cambió el escenario. Unos meses después del referendo, Clarke se reunió con otras integrantes de organizaciones europeas en Francia. Allí, ella formuló estas preguntas: “¿A dónde debemos dirigir ahora nuestras energías? ¿Qué les parece Polonia?”.
Poco después, algunas de esas mujeres volvieron a encontrarse marchando, cantando y enarbolando pancartas en una manifestación en Varsovia en el Día de Acción Global por el acceso a un aborto legal y seguro de 2018 (que se celebra cada 28 de septiembre), y la idea de Clarke empezó a tomar forma.
La letona Marina Slaikovska, que vive en los Países Bajos, fue una de las que se reunieron en Varsovia con Clarke. Como muchas otras mujeres dedicadas a esta causa, ella vive de su trabajo, en este caso la biología. Ahora recuerda sus dudas iniciales sobre la red. “Pero todo pasó a gran velocidad”.
Hubo otro encuentro a mediados de 2019 en Ámsterdam donde se establecieron las bases de Aborto Sin Fronteras. Todo se acordó en dos días. Era una idea a la que le había llegado su momento.
“No hubo desacuerdos: nada de discusiones, nada de peleas, muchos bocaditos veganos… y un sentimiento realmente especial en la sala”, describe Clarke.
Las mujeres que participan en Aborto Sin Fronteras son diversas, pero están unidas en un objetivo y un abordaje claros y compartidos, observa.
“Venimos de contextos políticos y económicos diferentes, pero tenemos el compromiso de suministrar a una mujer un aborto. Eso es lo importante, y todo lo demás es secundario”.