Entre 2005 y 2019, la Fiscalía recibió 5520 denuncias por este delito. De esas, 2215 fueron recibidas entre 2014 y 2019 (cuando la sentencia que despenaliza el aborto ya estaba vigente). La mitad de estas últimas han sido archivadas.
En 2016, la Fiscalía envió una directriz interna a todos sus funcionarios explicando cómo debería tramitarse un proceso judicial contra una mujer o un médico o cualquier otro actor, y por qué era un delito que al estado colombiano le interesa perseguir. En los casos judicializados, 21 fueron iniciados por médicos, 16 por abogados, 14 por policías, 10 por personas relacionadas a la Fuerzas Militares y 6 por enfermeras o enfermeros.
“Los profesionales de salud que denuncian parten del supuesto de que las mujeres que acudieron a un aborto clandestino son culpables de un delito, sin considerar que sus casos pueden estar bajo una de las tres causales, y en segundo lugar, cuando un médico interpone una denuncia implica una violación del secreto profesional”, se lee en el informe “Cárcel o muerte: el secreto profesional como garantía fundamental en casos de aborto”, elaborado por las investigadoras Ana Jimena Bautista y Margarita Martínez Osorio.
La directriz de la Fiscalía aclara que si la denuncia proviene de parte del personal de salud y se rompe el secreto profesional, las pruebas que aporta no son válidas en un juicio. Sin embargo, a pesar de estas medidas, el 2017 se registraron 200 mujeres condenadas y 14 absueltas. Por lo menos, el 28% de ellas fueron denunciadas por el personal de salud que les atendió, según los cálculos de la organización Dejusticia.
“El temor a ser denunciadas por médicos que están dispuestos a romper con su secreto profesional, en medio de un contexto de desconocimiento, estigma y reprobación social, puede ser una razón de peso para que las mujeres –incluso si están dentro de las tres causales despenalizadas por la Corte Constitucional– decidan acudir a procedimientos clandestinos”, se lee en el informe de Dejusticia.