Así, permanecían al margen el Observatorio Legislativo Cristiano, Red por la Vida y la Familia, Isfem, Universidad de Los Andes, Universidad Católica, Comunidad y Justicia, Fundación Jaime Guzmán, Advocates Chile, Fundación Soñando Chile, Fundación Somos Padres y Fundación Alma, entre otras entidades.
Esa exclusión anunciaba un choque de colosos. Porque varias de las entidades marginadas mantienen relaciones con gigantes del lobby conservador internacional, como Alliance Defending Freedom, Political Networks for Values, Population Reseach Institute y Advocates International. Y así fue.
Al mediodía del lunes 19 de noviembre de 2018, la rebelión estalló en la Sala de Lectura de la sede del Senado en Santiago. Y la batuta estuvo nuevamente en las manos de Marcela Aranda. A la quinta convocatoria del programa Parlamento Abierto, llegó de improviso una docena de ONG cristianas, conservadoras y “antiglobalistas”. La tensa sesión fue dirigida por la diputada Paulina Núñez (RN), presidenta del Grupo Bicameral de Transparencia.
Aranda tomó la palabra y criticó todo el proceso, cuestionó la gestión de la diputada Núñez, sostuvo que tal como se estaba llevando el programa afectaría la soberanía nacional y las libertades ciudadanas por la imposición de la agenda de organismos internacionales. Radical, exigió reiniciar todo: “Partir de cero”. A su crítica se sumaron otras ONG conservadoras. El debate fue subiendo de tono hasta que, alrededor de las 15:00, la diputada Núñez puso fin de forma unilateral a la reunión. Como dijo a CIPER un asistente: “Se paró y se fue”.
Nueve días después, el 28 de noviembre, Marcela Aranda recibió un golpe duro. Acompañada por dirigentes del Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh), la hija de Aranda, Carla González Aranda (19 años), se presentó ante la prensa para explicar las razones que la llevaron a cambiar de sexo y nombre legal. Allí explicó que su decisión de hacer pública su condición de persona trans, fue “brindar un apoyo a quienes están pasando por la misma situación”. También dijo que se había sentido “discriminada” con la campaña del “Bus de la Libertad” que lideró su madre. Y explicó que aunque ya no asistía a la iglesia, aún se consideraba evangélica: “Creo que Dios ama a todos”.
En respuesta, Marcela Aranda se refirió a Carla como “mi hijo” y sostuvo que el Movilh la estaba utilizando.