Paraguay, un país que pocas veces es noticia internacional, celebrará elecciones generales este domingo 30 de abril tras una campaña marcada por la desinformación y un debate escaso sobre derechos de las mujeres, la infancia y las comunidades LGBTQ.
Si Paraguay estuvo en los títulos de prensa en los últimos meses fue por las sanciones lanzadas por el gobierno de EEUU contra el expresidente Horacio Cartes, empresario tabacalero y líder de la derechista Asociación Nacional Republicana (ANR). EEUU acusa a Cartes de corrupción y vínculos con el terrorismo por hechos cometidos antes, durante y después de su mandato, entre 2013 y 2018.
Pero, lejos de los reflectores, este país sudamericano es desde hace tiempo un laboratorio de discursos y acciones del movimiento conservador estrechamente vinculado a las derechas del continente.
Aquí, por ejemplo, un ministro de Educación amenazó con quemar libros en la plaza pública y censuró la palabra “género” del currículum educativo en 2017.
En este país la prohibición del aborto es “draconiana”, según Human Rights Watch – solo se permite cuando corre riesgo la vida de la persona embarazada. En promedio casi dos niñas de 10 a 14 años dan a luz por día; 80% de los casos de abuso sexual infantil ocurren en el entorno familiar, y no existen ni el matrimonio igualitario ni el derecho a la autodeterminación de género.
Este domingo, más de 4 millones de electores y electoras podrán votar al presidente y el Congreso para los próximos cinco años. Y si bien en cada elección está en juego el futuro de mujeres, niñas y diversidades, este ciclo se destaca por el uso de la desinformación sobre género, los mensajes de odio hacia candidatas y la casi ausencia de proyectos esperanzadores para el ejercicio pleno de derechos de esas poblaciones.
Las principales fuerzas que pujan por la presidencia se presentaron como conservadoras cuando emergieron debates sobre equidad de género durante la campaña.
La ANR, conocida como Partido Colorado y que gobierna desde hace casi 70 años, tiene en sus filas a varios exponentes de grupos contrarios a la igualdad de derechos para las mujeres y personas LGBTQ. Su influencia es notoria en el discurso colorado de los últimos años.
Su candidato presidencial, Santiago Peña, mutó la posición a favor del matrimonio igualitario que expresaba en 2017, cuando era ministro de Hacienda, a su actual compromiso electoral “contra el aborto y el matrimonio igualitario”.
Otros candidatos de la ANR dieron el mismo giro, como la exministra de Hacienda y candidata a senadora Lea Giménez, quien cuando integraba el gabinete de Cartes dijo en una entrevista estar a favor de la legalización del aborto, pero hoy se mantiene en silencio sobre el tema.
En la otra vereda se encuentra la Concertación Nacional, una plataforma que aglutina varios partidos de derecha, centro e izquierda, junto a la principal fuerza de oposición, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), y que postula a la presidencia al líder del PLRA, Efraín Alegre, exsenador y exministro de Obras Públicas.
La Concertación Nacional incluye a respetadas dirigentes afines al movimiento feminista, como la senadora Esperanza Martínez y la candidata a diputada Johanna Ortega. Su fórmula presidencial lleva como vice a Soledad Núñez, exministra de Vivienda que busca captar el voto más joven.
Pero incluso cuando las demandas de mayor igualdad se ven reflejadas en su programa de gobierno, la Concertación intentó eludir el debate en cuestiones fundamentales y postergadas, como la interrupción voluntaria del embarazo. Este silencio no evitó que el oficialismo buscara desacreditar a las principales figuras de la Concertación, asociándolas con la “ideología de género”, la “Agenda 2030” de la ONU y otros caballitos de batalla de grupos fundamentalistas.
En Paraguay se cometen unos 36 feminicidios por año, según datos de los últimos cuatro años. Más del 90% de los agresores eran conocidos de las mujeres asesinadas, como parejas y exparejas. Casi 8 de cada 10 mujeres pasó por algún tipo de violencia de género en sus vidas, y la violencia sexual fue la más reportada en una encuesta nacional sobre la situación de las mujeres.
La participación política femenina sigue siendo escasa. Las mujeres ocupan sólo 16,8% de curules en el Congreso, y en los 17 departamentos del país, solo uno está gobernado por una mujer.
Paraguay carece de procedimientos para reconocer la identidad de género de las personas. En 2020, cuando la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos aprobó una resolución de promoción y protección de los derechos humanos, Paraguay manifestó su oposición a los términos “identidad y expresión de género” empleados en el capítulo sobre prevención de la violencia contra personas LGBTQ. Hasta ahora, no hay legislación local que proteja de la discriminación a esta población. La impunidad es la norma. La sociedad civil lleva un recuento de 60 personas trans asesinadas como crímenes de odio desde que se recuperó la democracia, en 1989. Apenas en 2019 se dictó la primera condena por el asesinato de una persona trans en este país.